Shin Gojira (Godzilla Resurgence) 2016




Creado en 1954 en el filme homónimo de Ishiro Honda Gojira –Godzilla en la pronunciación inglesa- tiene una trayectoria de más de 60 años como franquicia y como icono de la cultura japonesa. Como parte de una de los más exitosos productos de los estudios Toho –que sostiene un virtual monopolio sobre el cine japonés- Godzilla es una figura señera en el bizarro panteón de la cultura pop japonesa, en particular, para el género de Kaiju o monstruos gigantes. Sin embargo, y a diferencia de otros personajes que difícilmente admiten una segunda lectura, Godzilla aparece desde el principio como un símbolo extremadamente complejo: de la bomba y de la energía atómica pero también de las fuerzas naturales, y en particular de las telúricas, es una personificación tanto de la bomba y el reactor atómicos como del tsunami.



Tras una larguísima y no siempre afortunada historia como franquicia, Shin Gojira del afamado director Hideaki Anno (más conocido por ser el creador del estudio de animación Gainax y la serie Evangelion) trata, en cierto sentido, de retornar a las raíces de Ciencia Ficción de la misma  haciendo un filme que no solo se regodea en la extravagancias propias del genero Kaiju, sino que dice algo sobre nuestro mundo mostrándonos  otro  distinto que incluye lo que es imposible en el nuestro.  Es decir, trata –y en buena medida consigue- convertir a Godzilla nuevamente en un símbolo y no en una mera figura o figurín.


En el texto “Para Acabar De Una Vez Con El Juicio” del libro Critica y Clínica, Gilles Deleuze define al símbolo como:   “un compuesto intensivo que vibra y se extiende, que no quiere decir nada, pero que nos hace revolotear hasta captar en todas las direcciones el máximo de fuerzas posibles, de las cuales cada una recibe sentidos nuevos al entrar en relación con las demás[1] en efecto, si concebimos el símbolo de esta manera Godzilla es un símbolo de las fuerzas naturales, pero a diferencia de otras creaturas del folklore japonés como el Namazu, el pez gato que simboliza la actividad de la tierra, Godzilla es símbolo no solo de lo telúrico sino del encuentro de la naturaleza con fuerzas liberadas gracias a la técnica, es decir, el poder nuclear, a este Kaiju se le puede entonces considerar símbolo y  repetición de la tierra misma pero en tanto que contaminada, degradada, mutada.



Monstruo es lo que excede las clasificaciones o taxonomías, el exceso de ser que resiste a ser clasificado  -un gato de cinco patas- la monstruosidad de Godzilla no reside tanto en su gigantismo sino en pasar a través de las fronteras de lo orgánico y lo inorgánico: en Shin Gojira, el monstruo no es otra cosa que un reactor nuclear viviente, una forma de vida excesiva que se ha enseñoreado del poder radioactivo, es decir,  aquello que por excelencia  es hostil a la vida para Godzilla es el alimento y el efluvio.

En Shin Gojira nunca vemos al monstruo más que a través de los ojos de la humanidad que lo descubre y trata de entender de qué trata, en ese sentido, la película de Hideaki Anno no es realmente sobre el desastre o sobre el figurín extravagante sino sobre como una sociedad se enfrenta a lo monstruoso, a un acontecimiento inclasificable, incomprensible,  y en efecto, tormentas, terremotos, epidemias, son acontecimientos catastróficos pero ellas todavía entran en una taxonomía determinada, Godzilla por otro lado, es catastrófico para las cosas pero también para el pensamiento que no puede concebirlo, que se derrumba ante él.




Así, el problema de Shin Gojira no es meramente el monstruo o la aparición de la monstruosidad sino cómo reacciona una sociedad ante ella, en particular, cómo reacciona su poder público, su estado, sus científicos, su clase política. En ese sentido es el relato de cómo el poder público tiene el mismo que mutar para hacer frente a la metamorfosis continua del monstruo. Este es evidentemente un filme quinta esencialmente japonés pero no solo por sus tópicos o la recurrencia de la temática de la catástrofe telúrica o la nuclear sino por la perspectiva en que enfoca la lucha o la resistencia de los japoneses a estas, pues en efecto, en Shin Gojira el adversario es la catástrofe pero esta se presenta de dos maneras: como la monstruosidad que, literalmente, emerge de lo profundo del mar, pero también contra los medios puramente militares para combatirla que caen desde el cielo generando una devastación todavía mayor para destruir al monstruo. Este rechazo a la modalidad de lucha puramente militar, a la guerra, está afirmación de    un “pacifismo” de la lucha, que no es ajeno al combate pero que si rechaza la destrucción es lo que coloca a Shin Gojira en una larga tradición de rechazo al militarismo que encontramos en toda la cultura popular japonesa desde el fin de la segunda guerra mundial.



En Evangelion ya Hideaki Anno había mostrado como los seres humanos, finitos, vulnerables, logran con los recursos de la cooperación y el intelecto gobernar fuerzas no solo naturales sino incluso divinas y sincronizarse con ellas –es la vuelta que le da al gastado tópico del robot gigante convertido ahora en un símbolo de la interface entre lo humano y lo sobrehumano- la aventura que vemos en Shin Gojira, por otro lado, es la de como emergen esas formas de cooperación e intelecto, asociadas a sujetos marginales, extravagantes, que son los que resultan capaces de concebir y de  enfrentarse a aquello que es mucho más fuerte que los seres humanos. Pero la aventura en este filme no es solo la del encuentro con lo monstruoso o sobre-humano, sino las peripecias que se dan en el seno de la cooperación de los hombres entre sí, es la de la alternativa entre las formas de enfrentar lo monstruoso, una civil y una militar, es el conflicto entre la lucha  y la guerra

En el texto ya mencionado de Crítica y Clínica, Deleuze –comentando a Artaud, Kafka y Lawrence- hace esta distinción, superior a aquella entre la guerra y la paz:

  La lucha no es en absoluto la guerra. La guerra es sólo la lucha–contra, una voluntad de destrucción… Incluso cuando se apodera de otras fuerzas, la de la guerra empieza por mutilarlas, por reducirlas a su estado más vil. En la guerra, la voluntad de poder sólo significa que la voluntad quiere el  poder como un máximo de poder o de dominación. Nietzsche y Lawrence la considerarán el grado más bajo de la voluntad de poder, su enfermedad…


Frente a la oposición puramente negativa entre la guerra y la paz (donde la paz es vacía, mera ausencia de conflicto) aparece la lucha, que va más allá que esas dos, que las atraviesa, pero va más allá de ambas: contiene conflicto pero no implica destrucción o degradación generalizada, indiferenciada.  En Shin Gojira la lucha, que podemos entender como la forma por excelencia del poder civil frente al militar, le da al combate con el monstruo un extraño carácter de obra pública.


En efecto, en Shin Gojira encontramos el combate no solo entre los humanos y el  monstruo, sino entre los hombres  que frente a él no aparecen unidos dócilmente sino en conflicto: entre los que quieren contener a Godzilla mediante una destrucción indiferenciada cuyo daño colateral será la población japonesa y los que quieren evitar esa destrucción.  Es decir, no es el problema moral de si el monstruo debe ser destruido sino el problema ético y político de enfrentarse también a  los poderes trascendentes que juzgan la vida “desde arriba” y deciden que la población civil es un daño colateral y aceptable en  la empresa guerrera de  contención del monstruo, es decir, el héroe colectivo o cooperativo  de Shin Gojira se encuentra atrapado entre dos poderes atómicos: los divinos, que caen desde el cielo y el   demoníaco del monstruo que emerge de lo profundo de las aguas.





Así, dentro de la extravagancia del genero de Kaiju, nos parece que Shin Gojira  es un excelente recurso para plantear una serie de cuestiones distintas (el acontecimiento, el símbolo, la naturaleza) pero en particular la de la relación entre la lucha y la guerra (de los seres humanos entre sí, de estos con la naturaleza) no solo porque Godzilla es  la repetición más reciente de la  antiquísima y casi universal simbología del dragón sino por la forma como Hideaki Anno presenta a la lucha con el como despliegue de cooperación e intelecto de la comunidad amenazada por el monstruo más que invocación del poder de una espada que la defienda pero también la juzgue y la domine.




[1] Gilles Deleuze “Para acabar de una vez con el Juicio” en Critica y Clínica, Editorial Anagrama, Barcelona, 1996, p.p. 199. 

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